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Enjoy the Silence

Gritar en una iglesia; usar corbata en la playa; estar borracho a las ocho de la mañana; llevar paraguas en verano. Perder la sintonía del mundo es algo que ocurre a pesar de nuestras intenciones. Hay veces en las que, como Alicia, nos hacemos gigantes o muy muy pequeños, pero eso es sólo una forma de leer el asunto: lo que en realidad sucede es que el mundo se vuelve pequeño o muy muy grande. Por eso a Alicia no se le rompía su ropa y nunca quedaba desnuda, siendo esa una prueba de que somos el mundo antes que otra cosa. Estar parado en la pista de la disco, con las luces prendidas y sin música sonando. Disfrutando el silencio, padeciéndolo o produciéndolo: sólo son diferentes formas de hacer del ruido algo colosal o algo muy muy pequeño. Por eso, una forma de romper el silencio es haciéndolo más grande, de forma repentina, violenta. Words like violence Break the silence Recuerdo una oportunidad en la que el silencio se hizo grande con una aceleración tal que los que hablaban se queda

Coleccionar arte en pleno fin del mundo

Tenía la intención de escribir un breve texto acerca de la relación entre la inminente e irrefrenable extinción de la especie humana y el incomprendido arte de la colección de obras de arte. Mientras recalentaba el agua para servirme un té en mi tazón inglés grabado con una imagen inspirada en la ceremonia a la que asiste inesperada y obligatoriamente Alicia, en su breve estadía en el País de las Maravillas, abrí un periódico de hace pocos días donde pude leer que un empresario chileno de alta gama había decidido ofrecer en remate su colección más preciada: uno de los conjuntos privados más valiosos del arte italiano renacentista, donde se cuentan por puñados obras de Fra Angelico, Tintoretto y Bellini, como si fuesen servilletas firmadas por Warhol, Basquiat o Madonna. No le otorgaré la bendición de nombrarlo, pero recuerdo que hace unos años asistí a una exposición de su colección, realizada en una universidad cuyo nombre también me reservaré sagradamente. Una colección notablemente

Memoria (Apichatpong Weerasethakul, 2021)

1 De algún modo, el cine es el testimonio de un saber ancestral. Un saber de los cuerpos, de los pueblos, de las que no saben. Es un saber del que no sabe escribir, pero que sabe leer: un saber de los gestos. El saber de quien no sabe cómo supo, pero sabe. Un saber basado en la esperanza que llegará el día en que sabremos: un saber común. Quizá el saber del comunismo, el testimonio de haber sido una multitud. El cine es la memoria de los gestos, que nos exige una manera de leer lo que hacemos, en sentido colectivo. Para Weerasethakul, el cine es eso: un intento por dejar testimonio de lo que no sabemos. O más bien de lo que no sabemos cómo saber: pasan cosas que nos dejan en silencio y que no sabemos cómo reconocer. Como cuenta ese mito estructuralista: cuando llegaron las carabelas al Nuevo Mundo, los autóctonos no vieron absolutamente nada, porque no tenían el concepto de “carabela”, ni si quiera de “barco”. Ese mito, en otro sentido, nos dice que hay algo de la realidad que no se ex

Happy House

Me insistió en que teníamos que juntarnos a mirar el puente desde su ventana, porque parecía un cuadro de Brueghel. Era una excusa simpática, refinada y poco esforzada que, de seguro, yo iba a aceptar. «Ves que parece un cuadro de Brueghel… O sea, Brueghel nunca pintó un cuadro pero…», se entiende, asentí. Se veía el puente desde una perspectiva tan amplia que podía compararse su tamaño en relación con otros puentes que no eran tan cercanos. Y, efectivamente, las pocas personas que lo cruzaban, arropadas y con paraguas de manera preventiva, parecían los típico muñequitos de Brueghel. «Son pesimistas», me dijo, «No va a llover, acá nunca llueve». Puso un disco de Siouxie. It never rains We’ve come to scream in the happy house We’re in a dream in the happy house We’re all quite sane Estaba a punto de llover: las nubes oscuras, que uno imagina cargadas de agua como si fuesen esponjas flotantes, se sumaban al viento tibio que incita a ponerse un chaleco que nos haga parecer insignificantes

Different Class

Por esa época había una fantasía tan sencilla como difícil de realizar. Tenía como costo pasar un frío que el cuerpo terminaba por no sentir, y su rédito consistía en un acceso prémium a las pistas de baile, además del sustancioso ahorro de un capital que podría luego ser reinvertido en la barra: juntarse en el bandejón central de la Alameda a terminar una botella, antes de entrar a la Blondie. Por supuesto que había otras formas de llevar a cabo el núcleo de la fantasía, esto es la embriaguez, pero las fantasías son fantasías justamente por su decorado barroco innecesario (si no fuera así, el sexo estaría muy debajo en nuestros listados cotidianos). La fantasía podría resumirse de manera simple como entrar borracha a una disco. Describirla así, sin embargo, significaría no entender los refinados códigos de la noche alternativa de mediados de los primeros años 2000. Primero, porque no se puede entrar borracho a la Blondie. Segundo, porque entrar muy borracho significaría terminar pagan

Spinoza

Lo que Spinoza escribió sobre Dios ha sido malinterpretado como una especie de “ateísmo”. Nada más impreciso que eso. Lo que el filósofo neerlandés hizo no fue más que seguir su propia regla: una vez encontrada la verdad, no se puede hacer otra cosa que ir corriendo hacia ella, de manera alegre y sin excusas . Una regla que, lejos de ser inventada, es descubierta: una vez descubierto que todo es Dios, el panteísmo se convierte en una teoría de la puesta en escena. Todo lo que Spinoza hizo fue poner en escena lo que Dios puede, mediante su propia vida y en sus propios actos. Cuando un otro judío lo apuñaló en el rostro, tal como cuando fue expulsado de la comunidad judía por su iracundo rabino, o del mismo modo que se resignó a reacomodar sus gastos una vez que un amigo se negó a pagarle una deuda, Spinoza ponía en la escena del mundo lo que Dios puede: él mismo es Dios. No es un representante de Dios, ni una expresión imperfecta del mismo, sino Dios en persona. Que Dios sea el Mundo, p